Alboroto cumbiero III
(Juan Santiago Martinez)
Afuera del pasaje hay un comedor.
Bailan los sábados por la tarde
cuando el sol no es agresivo,
cuando las cervezas están heladas.
Con ritmos oxidados, suena la cumbia
que motiva a los burgueses y trabajadores.
Con la piel bien blanquita,
la señora de la camioneta
mueve sus piecitos
a pesar de la premura del tiempo.
El niño desenfadado
anima el ambiente
con pasos inventados,
con bailes amargos,
tomándoselo muy en serio.
En medio del carnaval
de la unión nacional
se escucha el último ritmo,
el que le faltaba a la cumbia
para ser salvadoreña.
Pitos y alarmas;
llantas y limpia parabrisas.
Llegan con su bestia metálica
los fantasmas
inspeccionando,
ordenando,
uniéndose a una fiesta
a la cual no fueron invitados.
Sin detenerse, la cumbia,
salen del monstruo mecanizado.
Trajeron consigo veinte kilos de lluvia
al subir las gradas del comedor.
Al no ver nada sospechoso,
tan solo tres o cuatro bailarines,
avanzaron amenazando,
gritando e insultando
los fantasmas de la camioneta
azul y blanco.